El día que nos robaron la “no reelección”
Caminando un día por la calle de Zaragoza, en el centro de la ciudad de Xalapa, con uno de los más conocidos caricaturistas del estado de Veracruz, platicando de los des-órdenes de los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte, me dijo una frase que he recordado muy bien siempre:
Samurái, tienes que recordar que es el PRI y el PRI es corrupto y lo que toca lo corrompe.
Y siempre lo he sabido. Lo que pasa es que siempre he tenido la esperanza de que no sea así, pero no me malentiendan, no es porque quiera ver al PRI como el adalid de la transformación revolucionaria del país o porque lo considere el formador de los avances y desarrollos del México moderno. Mi esperanza reside en que conozco algunos (muy pocos y cada vez menos, la verdad) políticos, hombres y mujeres, que militan o creen en una política humana y sana desde el tricolor. Aunque también conozco personas honestas en casi todos los demás partidos. Mi amigo caricaturista solo me pedía que no fuera idealista.
Pero no lo soy. Conozco con claridad lo que hace al PRI ser el villano predilecto por muchos, sé de sus traiciones, de las necedades de sus militantes, de su énfasis por el poder y los abusos cometidos a escondidas, porque saben que la opinión pública jamás avalaría lo que piensan del dinero, de los lujos, de vivir a costa del esfuerzo de otros, de las mujeres. Más ahora que son oposición y que, siendo jóvenes disfrazados de editorialistas y conferenciantes y habiendo acumulado horas de trabajo en las últimas administraciones priístas se saben (casi) seguros contendientes electorales en unos años. Saben que la sociedad no puede ser engañada, que reconoce los abusos y corruptelas del PRI y sus minions… la sociedad no puede ser… Esperen ¿y este presidente? Sí, este que fue elegido democráticamente por una inmensa mayoría, el “pueblo sabio” que decidió acabar con la dictadura del PRI.
Corría el año de 1990, específicamente, eran los finales de agosto e inicios de septiembre. La revista Vuelta había organizado un enorme encuentro y mesa de análisis ante la caída de las dictaduras comunistas y el cambio de vientos que se avecinaba, se llamó “La experiencia de la libertad“, con la presencia de Octavio Paz y Enrique Krauze, quienes reunieron a toda clase de plumas y mentes para analizar el momento histórico. Entre ellos, el peruano Mario Vargas Llosa.
Allí, ante las cámaras de Televisa, en una muy recordada discursiva, habló con determinación. “Espero no parecer demasiado inelegante por decir lo que voy a decir”, dijo en aviso elegante. “Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, cuya democratización actual soy el primero en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante“.
“México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México, es la dictadura camuflada”. La audiencia no se perdía del momento. “Tiene las características de la dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible”.
El maestro continuó su disertación y análisis, con elegancia y sin caer en estereotipos críticos, ante la impotencia y molestia de los organizadores, que acostumbraban a proteger al sistema de tales críticas. “Tan es dictadura la mexicana”, remató en algún punto, “que todas las dictaduras latinoamericanas desde que yo tengo uso de razón han tratado de crear algo equivalente al PRI”.
Vargas Llosa acusó al PRI de haber utilizado la revolución y la que nombró “retórica demagógica” para mantener su fuerza, poder y absoluta influencia.
Octavio Paz, precisó que “lo de México no es dictadura, es un sistema hegemónico de dominación, donde no han existido dictaduras militares. Hemos padecido la dominación hegemónica de un partido. Esta es una distinción fundamental y esencial”.
Así que, o dictadura o dominación hegemónica, se puede entender que México no ha podido gobernarse a sí mismo. O no ha sabido. El PRI gobierno, luego el PAN, el PRIAN como le llaman muchos, y ahora el PRI de nuevo, o mejor dicho, el PRIMOR, MORENA, donde los viejos priístas que no pudieron entrar al sistema de entonces decidieron usar el enojo y la resistencia social como herramienta para llegar al poder. Un poder que planean mantener, sostener, nutrir y hacer crecer. Un poder que ahora, mientras el presidente dice estar sujeto a revocación o permanencia por la opinión de la gente, al mismo tiempo y con el uso de la figura de Emiliano Zapata retira la icónica frase de Francisco I. Madero de sus comunicados: “Sufragio efectivo, no reelección“.
Y las encuestas miden el aplauso. Aunque las metodologías son cuestionables, se supone un 80% de aprobación al nuevo sistema, el Novum systema imperium, uno que saca a los intermediarios “en nombre de la eliminación de la corrupción” pero da dinero directamente a la gente, creando un sistema clientelar más fuerte y adictivo que el creado por el PRI corrupto de siempre. Echeverría o el otro López (Portillo) amarían a AMLO y su forma de gobernar, al igual que quienes aceptan sus métodos a pesar de las señales de la muerte de nuestra frágil y casi inútil democracia.