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México se escribe con M de muerte y M de mujer

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Todos conocemos a una desaparecida pero aún así muchos se burlan y evaden la responsabilidad

¿Cuántas más? ¿Me toca morir? ¿Y si desaparezco hoy? Así de grave es la forma en que millones de mujeres en nuestro país están pensando todos los días; así de mal está la situación. Y es que nunca como hoy han estado en riesgo las mujeres en nuestro país.

Secretamente las redes sociales se han llenado de imágenes ilegalmente obtenidas con el “pack” de jóvenes estudiantes, madres, hermanas, primas y compañeras. A veces las publican exnovios que en un arranque de celos desmedidos o por una enferma pretensión; llevan a la web las fotos y videos que en algún momento su pareja les confió o en ocasiones, las consiguen poniendo sus celulares debajo de las faldas de quienes caminan delante de ellos o con contundente descaro persiguen a chicas que, asqueadas, reciben sus “piropos” sucios y dolosos.

Esto va más allá de la admiración física, mucho más lejos del antiguo arte del elogio bien intencionado; incluso rebasa el vulgar grito y chiflido de las personas que nacieron fuera del alcance del criterio y los buenos modales. Las redes sociales se han llenado de personas que nacen con un pene entre las piernas pero tienen muy poco de hombres, porque para ser hombres hay que formar parte de la especie humana, del Homo Sapiens Sapiens, ese animal evolucionado que es capaz de sentir, pensar, aprender, razonar y tomar decisiones más allá del instinto. Estos reductos de hombres se creen justificados por la genética, las costumbres, las reacciones emocionales o la cultura para afirmar que un hombre no puede contener su atracción sexual por la mujer.

Y es verdad que la atracción sexual es involuntaria y parte del desempeño emocional e intelectual de la humanidad, siempre en mayor o menor medida según el individuo. Son muy conocidas, estudiadas y refutadas las ideas de Freud acerca del sexo, la líbido y el erotismo, que básicamente establecen nuestra búsqueda del placer como algo primario; sin embargo, hay innumerables estudios recientes que amplían lo que podemos saber de ello.

Boston Medical Group afirma que, en efecto, el deseo sexual es mayor en los hombres debido a una mayor presencia de Tesosterona y otras hormonas, pero también por cuestiones psicológicas, educativas y de costumbres. Es decir que no se puede ni debe justificar el acoso sexual o la continua búsqueda de atención sexual femenina en la naturaleza humana. Somos más que máquinas de sexo, somos entes pensantes que percibimos, razonamos, sentimos, aprendemos y modificamos nuestras costumbres.

En esta época del #metoo, en esta generación que lucha con más fuerza por la equidad de género, en contra de la violencia hacia las mujeres, para criminalizar enfáticamente los delitos cometidos por cuestiones de género, se vislumbran tendencias cada vez más extremas. Algunos dicen que se está formando o ya existe una guerra de sexos. ¿Pero es así? Mientras los “bandos” debaten eso, cada día mueren 11 mujeres en México por persecución sexual y somos el primer lugar en Latinoamérica en abuso sexual infantil.

Estos reductos de hombres se creen justificados por la genética, las costumbres, las reacciones emocionales o la cultura para afirmar que un hombre no puede contener su atracción sexual por la mujer.

Hay páginas y perfiles especializados en la depredación sexual, especialmente de menores; donde profesionales del acoso persiguen a chicas en sus redes sociales, las contactan y amenazan para después prostituirlas; a veces “levantan” a chicas por la calle, saliendo de la escuela o del trabajo. Todos los días desaparece una conocida. Al día siguiente la encuentran desnuda, deformada a golpes, destruída por completo, muerta. Y la policía y los medios, en lugar de defenderla, la exponen, humillando más aún.

Y aquí la cosa, lo que los “hombres” hemos normalizado como un lenguaje regular. Llamar a la mujer “mi nalguita”, “mi perra”, “la pirujita esa”. Decirle “para qué te vistes así”, o revictimizar diciendo “ella sabía lo que hacía” o “para qué llega tarde por su hija”. Lo que alguna vez fue un lenguaje normalizado de la música popular, con términos como “hacerte mujer” o “eres mía” hoy son el común denominador de personas que presumen, pagan o exigen la atención sexual de cualquiera.

Y la cosa se agrava, porque algunos creen aún que esto es una guerra de buenos contra malos, como un cómic de los 70’s. “Las mujeres también matan”, dicen, para reducir la vergüenza de pertenecer a un grupo cromosómico tan lleno de violencia, como expresando con ello que no quieren ser contados entre los violadores; sin embargo no diferenciamos entre porno real y el simulado; el que nace de la explotación, el que fue filtrado sin permiso de la chica que aparece en él y no distinguimos entre todo ello y una realidad donde cualquier mujer está en riesgo. Están matando bebés, adolescentes, niñas, ancianas y mujeres maduras. Del mismo modo en que algunos desean un viaje porque lo vieron en instagram, otros desean violar a una chica solo porque se ha vuelto una fantasía “normal”.

«… los “hombres” hemos normalizado como un lenguaje regular. Llamar a la mujer “mi nalguita”, “mi perra”, “la pirujita esa”. »

Pero, siendo honestos, todos los hombres (y muchas mujeres educadas en esas costumbres) hemos puesto al menos una piedra en este muro del machismo. Algunos más de una, otros, ponen piedras más grandes. Por ello es que ante los reclamos de las mujeres, hartas, dolidas, cautivas, humilladas, secuestradas; ante todo ello, como hombres solo tenemos una reacción plausible: detenernos, dejar de ser un riesgo, dejar de vivir para hacer daño, redefinir qué es ser hombre y cómo serlo de mejor manera.

Si eres, o somos, uno de esos hombres que cuidan a sus hijos, que los educan en equidad, que se arriesgan por quienes aman y no comparten las fantasías violentas del maltrato y una postura de dominación machista; entonces el reclamo no es para nosotros. El reclamo es para quienes aún no se dan cuenta de que son parte del problema o para quienes se enorgullecen de ello. La protesta es para los que creen que todo se trata de odiar hombres o de mono normar un único género cromosómico (el femenino).

México está muriendo todos los días, en cada mujer, en cada niña, en cada una de las que nos faltan. Sí, la violencia es general y muchos hombres mueren también. No voy a esconder que hay homosexuales siendo asesinados o maltratados por otros hombres que les discriminan y les quieren “enseñar a ser hombres” a palos. No voy a ignorar que algunas mujeres también padecen de distintos desórdenes y terminan maltratando a los hombres, niños y ancianos a su alcance. ¡Es verdad que somos violentos por ser animales! Pero en mucho mayor medida es la mujer la que sufre de violencia sexual y acoso por el simple hecho de ser mujer, como fruto de una cultura dominante, reductora de la feminidad, que esclaviza a las personas por su género, que domina y reprime a quienes no son “hombres” en los términos culturalmente machistas.

Y así nos acercamos al 8 y 9 de marzo. Las calles se llenarán de reclamos, de fuego y humo, de gritos y de duelo. Quizá es preferible eso a que se sigan llenando de muertas, de violaciones y de silencios forzados.

El reclamo es de las mujeres, pero la solución sí nos corresponde a los hombres. Dejemos de ser consumidores de violencia sexual, abandonemos las costumbres machistas, dejemos de negar que el patriarcado existe, evitemos los chistes que reducen a la mujer y permitamos que la equidad tome su lugar en todas las vidas. Esto no es cuestión de una agenda de géneros; es una transición razonada que debemos hacer, pues nuestra inteligencia nos lo exige y la vida consciente lo reclama. Si no existiera violencia de género, no existirían reclamos ni quejas.

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